"Paisaje"
Acuarela, (40,5 x 56,5 cm)
2009
El hombre siempre ha soñado con llegar a lo más alto,
tanto a nivel de status social, como el deseo de poder tocar
las nubes con sus manos.
Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruo insecto. Hallábase echado sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por las curvadas callosidades, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían ante sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.
-¿Qué me ha sucedido?
No soñaba, no. Su habitación, una habitación de verdad, aunque excesivamente reducida, aparecía como de ordinario entre sus cuatro harto conocidas paredes.
LA METAMORFOSIS,
de Franz Kafka
Hay unos hombres alargados como sábanas. Generalmente hay que colgarlos con pinzas en tendederos. Están en merced del viento, que los agita en todas direcciones, les produce infinidad de arrugas pasajeras, los azota.
EL TAMARINDO,
de Antonio Costa
2001
Aquí represento a dos niños que quieren esconderse de
los adultos subiéndose a un árbol. Esta acción significa libertad,
de ahí que la siguiente imagen que se percibe sea la de un
pájaro. La imagen también está muy cargada de símbolos, el
niño que aún está con un pié en el suelo, todavía se distingue,
aunque empieza a desaparecer con un destello dorado; en
cambio, el otro muchacho que ya ha logrado subirse al árbol,
apenas se le ve, logrando camuflarse perfectamente entre las
ramas.
(122 x 80 cm)
Gea, la Madre Tierra, se apiadó de la humanidad, dejó pasar muchos desastres, como la emisión de gases contaminantes, bombas, tala masiva de árboles…, entre otras muchas cosas, con la esperanza de que recapacitaran ellos mismos y parasen tales males. Al ver que los hombres seguían haciendo mal a la naturaleza, se vio en la obligación de castigarles.
Gea comenzó atacando con diversas plagas de insectos, roedores e incluso medusas, pero esta medida fue insuficiente, pues hasta para esas plagas era un peligro la raza humana.
Gea estaba furiosa, a la vez que asustada, no quería eliminar a ninguno de sus descendientes,
pero un castigo no vendría mal. Por ello, condenó a la mayoría de los hombres a vivir en forma de árboles. El terror se apoderó de los hombres, que vieron como sus piernas se inmovilizaban a la vez que empezaban a echar raíces, que se iban extendiendo rápidamente bajo tierra. Y de sus brazos crecían numerosas ramas que les iban envolviendo. Gea no mostró compasión ante nadie,
ni siquiera con los niños, quienes también se iban transformando junto con sus madres.
Los hombres no daban crédito a lo que les estaba pasando, cuanto más fuerza derrochaban para evitar paralizarse, más dura era la corteza, y ni el viento podía mover sus ramas, tan solo su pelo, que se había convertido en ligeras ramillas. Los más bellos árboles eran los que constaban de varias personas (parejas, familias o grupos de amigos), ya que durante la transformación, sus piernas y brazos se iban entrelazando mientras intentaban sujetarse mutuamente aterrorizados. Las mujeres que tenían largos cabellos, se veían envueltas de numerosas ramas que se extendían varios metros.
Pronto, el aire fue cada vez más limpio, los desiertos se convirtieron en verdes bosques, y el fuerte calor amainaba gracias a las abundantes lluvias.